En el gigantesco contexto de las relaciones de pareja, existen muchos tipos, diversos estilos, que podemos encontrar, desde nuestro punto de vista, quizás la mejor sea la que promueve el crecimiento y desarrollo personal e intelectual de los miembros de la pareja; pero en otros lamentables casos, se pueden generar interacciones en la relación que llegan a resultar nocivas y muy destructivas, en muchas parejas es posible que desde el inicio de la relación, las dinámicas sean saludables, basadas en el apoyo mutuo, cuidándose recíprocamente; por desgracia también es posible que algunas conductas adversas aparezcan conforme existe más convivencia, quizás estas hayan sido heredadas y se fortalezcan con el tiempo, llegando a crear una muy dañina convivencia. El principal problema cuando sucede esto en una relación, es que estos estados de confusión y constantes peleas por el dominio pueden terminar en la creación de odio y resentimiento; sobre todo en la persona que por lo regular termina por dar la razón al otro, pues la persona siente, de forma consciente o inconscientemente, que ha cedido demasiado, que su individualidad se ha perdido, sintiéndose menos libre en todo lo que hace. Esa sensación de dependencia, causa malestar e impide ver las cosas con claridad, negando la oportunidad de apreciar esas cosas positivas que la otra persona posee, pues por lo general nos enfocamos tan sólo en hacer evidente lo desagradable de la relación, lo que tiene como resultado un círculo vicioso que no permite la superación de los problemas y nos estanca en una relación inmadura incapaz de trascender. Una extraña mezcla se conjuga entre amor y rechazo, capaz de causar mucho desconcierto y malestar, haciendo que el desenvolvimiento de la relación se complique demasiado, es posible que las personas sigan amándose, aunque exista en ellas cierto egoísmo y dependencia; por otro lado, el resentimiento generado a causa de la sensación de pérdida de libertad produce malestar, aborrecimiento y hasta rencor con respecto a la otra persona.
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