La mayoría de la gente, cuando escucha la palabra amor, la escucha como una palabra vacía, sin sentido. Una palabra que solo nos trae malos recuerdos y un dolor que no se supo curar solo. Un dolor que dejó una cicatriz muy dura en el alma, que ni el tiempo ni el espacio la supo curar. Nosotros, somos los que hemos transformado el amor en una necesidad por no querer estar solos, en un mundo, en el que el parecer es más que el ser. Un mundo en el que no se acepta el dolor como la esencia de la vida, un mundo materialista y superficial, un mundo individualista un mundo que solo se preocupa de si mismo y no de los demás. Y han adaptado al amor a ese mundo, han convertido el sentimiento más hermoso y libre del mundo, en un sentimiento dividido por el dolor y el miedo. Piensan solo en sí mismos: No quiero amar porque voy a sufrir. No quiero amar porque estoy cansado/a de llorar. No quiero amar porque simplemente quiero ser libre. Las personas pasan casi toda su vida buscando a su príncipe azul, sin darse cuenta de que no son la princesa encantada. Cuando el sentimiento se va debido a la rutina, el amor también. Ya que si el sentimiento no está, ya no está de lo que te habías enamorado. Estamos en un mundo en el que las personas piensan haber entendido el amor, pero no es así, si alguien dice entender el amor, significa que nunca ha amado de verdad. El amor es sabiduría y su medio es el dolor, quien ama sufre, eso es inevitable, pero este dolor es un dolor diferente. Un dolor que nos fortalece, un dolor que al final nos enseña a amar de verdad, nos abre los ojos al mundo y nos da un sentido a la vida sin que nos demos cuenta. Por eso, ama sin miedo a sufrir, porque al final, quien sale perdiendo es quien no sabe amar, porque en esta realidad es difícil encontrar a gente que sepa amar de verdad. El amor, es el sentido de la vida.
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